El rendimiento de los geranios depende, sobre todo, de los cuidados que reciban, especialmente en los meses más tórridos del año. • Luz y temperatura. Tanto geranios como gitanillas necesitan luz en abundancia, un mínimo de horas de sol directo al día para asegurar una buena floración. Sin embargo, en las zonas más calurosas pueden necesitar protección, especialmente durante las horas centrales del día. Eso sí, pueden soportar perfectamente altas temperaturas, bien pasados los 30º. En invierno empiezan a sufrir cuando el termómetro baja de los 10º; en los meses más fríos conviene concederles un descanso cesando por completo los riegos. En zonas de heladas conviene protegerlos o llevarlos a cubierto, ya que no resisten temperaturas de menos de 0º. • Riego. Tanto el geranio como la gitanilla toleran bien cierta sequía —mucho mejor que el exceso de agua—, pero los riegos frecuentes en verano favorecen la producción de flores. Se debe procurar que el agua no se encharque, ya que podrían aparecer hongos que causan podredumbre. Tampoco se deben mojar las hojas y flores al regar. Prefieren una atmósfera más bien seca. Tampoco son exigentes con el sustrato: crecen bien en todo tipo de suelos. • Abono. Mientras estén en flor, les irá bien recibir abono para plantas de flor, rico en fósforo y potasio, cada 15 días. • Poda y limpieza. Reaccionan positivamente a los trabajos de poda y limpieza, otra de las claves de su cultivo. Un recorte vigoroso al final del invierno les conferirá vigor de cara al verano. Conviene incluso limitar su tamaño con podas regulares, y despuntarlos para que emitan brotes laterales y más flores. Lo mismo ocurre con las gitanillas: controlar su crecimiento les permitirá concentrarse en una mayor floración, al igual que pinzar de forma sistemática las hojas secas, flores marchitas y partes muertas, por su punto de unión al tallo. • Plagas. El mayor enemigo de geranios y gitanillas es la polilla del geranio (Cacyreus marshalli), cuya oruga barrena los tallos y causa la muerte de la planta; se combate con un insecticida sistémico. El calor y la sequedad pueden favorecer la aparición de la araña roja.


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